Los sellos elementales von Hawner ================================================================================ Kapitel 12: La alumna, el uniforme y la maldición ------------------------------------------------- Todos se reunieron a cierta distancia de un Kaminari recién desmembrado para comprobar el estado de Hana. Inoue no perdió el tiempo y empezó a sanarla con su kôten kisshun. “Tiene la misma carga eléctrica que Ishida-san. Solo puedo curarle las heridas, no quitarle…” Se calló al observar como las chispas que saltaban por el cuerpo de la seebutsunigami iban menguando hasta desaparecer por completo. Hana seguía inconsciente, tal vez debido al combate en sí, pero ya no sufriría los efectos secundarios de las habilidades de su enemigo. Al pensar en él, Ichigo, Yoruichi y Byakuya se volvieron y buscaron a su enemigo donde lo dejaron con el brazo sesgado. Lo que vieron los dejó sin habla. Un sujeto que desconocían extraía su espada del cuello de Kaminari, la guardaba y desaparecía envuelto en burbujas, cayendo Arashi al suelo, muerto. “Quién diablos era ese?” Preguntó Ichigo, sorprendido por cómo habían sucedido las cosas. Ninguno de los otros dos supo contestar. Byakuya por su parte bajo a comprobar el cadáver en busca del sello elemental. No lo encontró. “Al parecer quien mató a nuestro enemigo se llevó el sello.” “Es lógico. Ese sujeto debe de haber estado espiando el combate desde el principio.” Convino Yoruichi cruzando los brazos en señal de reflexión. “Qué quieres decir?” Pregunto el joven shinigami al no entender. Yoruichi suspiró. Había veces que no creía que el joven fuera tan lento entendiendo las cosas. ”Imagínate que has obtenido objetos de increíble poder y que los distribuyes entre tus compañeros. No puedes permitirte el lujo de perderlos, pues, si lo haces, algo malo sucederá. Si uno de tus amigos debiera luchar, como evitarías que ese objeto cayese en manos equivocadas?” Ichigo, entre las palabras de la excapitana y ver la espada de Kaminari rota donde debiera estar el sello, entendió lo que quería decir. Y le pareció algo horrible. “Oh, que mala suerte! Hemos estado a punto de recuperar uno de los sellos.” Todo el grupo, salvo Byakuya acompañado de Renji que habían vuelto al seireitei para informar de lo sucedido, se encontraba en la tienda de Urahara. Apenas habían terminado de contar la historia de lo ocurrido. Mientras que Ishida ya se había recuperado y se encontraba recostado contra una pared escuchando toda la historia de cuando estuvo inconsciente, lo que para el fue bastante molesto pues fue todo el combate, Hana aún seguía descansando en una habitación aparte bajo la vigilancia de Ichigo, que se había preocupado especialmente por su estado. “Al menos hemos comprobado que tienen métodos para usar el poder de los sellos.” Comentó Yoruichi.” Kaminari solo había desplegado su poder hasta el Shikai, pero el nivel de éste estaba a la par al de dos expertos capitanes. No es un poder que se pueda tomar a la ligera. Si el resto de miembros saben usar el bankai podríamos vernos en serios apuros. Urahara quedó unos instantes pensativo ante esa posibilidad. Su excapitana no era una persona débil e inexperta, no por algo fue capitana del escuadrón de seguridad y llamada ‘la reina del shunpo’; y Kuchiki Byakuya era tres cuartos de lo mismo, sin contar con el increible poder que residía en Ichigo. Tan poderosos se volvían esos ladrones al usar los sellos que ni siquiera ellos tres unidos eran capaces de derrotar a uno de ellos? “Cómo consiguió Kurosaki-san vencer a Kaminari? Según me habeis contado hasta tenía una protección hecha de rayos de, al mínimo contacto, daba descargas.” “Ichigo fue el que le cortó el brazo, pero lo que le permitió hacerlo, precisamente por esa protección, fue la ayuda de Hana. Me pareció que, cuando estaba a merced de Kaminari, usó un bakudo contra el, pues la protección se desvaneció.” “En serio? Vaya, Tsukimori-san está llena de sorpresas. Es digna de las notas que tiene.” “Ciertamente.” Convino Ikkaku.” Observé su lucha dentro de la barrera y nunca había visto algo igual. Aún sin su gran velocidad, Kaminari era muy rápido, y su lanza supera en rango y fuerza a una espada. A pesar de ello, Hana lo superó prácticamente en todo el combate. De no haber sido por la el ataque eléctrico que le lanzó habría ganado con seguridad. Espero que el capitán Kenpachi no se entere del poder de Hana o sería capaz de venir hasta aquí para probarla.” Bromeó Ikkaku. Todos ellos, que conocían la fama del capitán dropearon. Los párpados le pesaban. Su cuerpo apenas le respondía. Pero la verdad es que se encontraba bastante a gusto. Se sentía arropada con una manta y acostada sobre un futón, y notaba una presencia cercana que le daba seguridad. No sabía donde estaba, pero le gustaba estar así. Que pena que ese Kaminari… Kaminari? Kaminari! Los ojos se le abrieron y se irguió buscando con la mirada a su enemigo. Lo último que recordaba era haber usado el bakudo para deshacer barreras en la protección de su enemigo y luego una espada negra como la noche pasar por delante de su rostro antes de caer desmayada. Miró en derredor y la tensión de su cuerpo se alivió. Reconocía la estancia como parte de la tienda de Urahara-san. Había terminado el combate? Cómo terminó? A su derecha, a apenas medio metro de ella, encontró la fuente de las respuestas que buscaba. El único inconveniente es que se encontraba dormido. Ichigo, que se había ofrecido el primero para vigilar el estado de Hana, debido al cansancio se había quedado profundamente dormido. Los demás, se imaginaba la joven, debían de estar en otra habitación debatiendo el combate y los siguientes pasos. Si había tanta tranquilidad el final del combate debía de ser positivo. Un leve suspiro de alívio salió de Hana y sonrió. Pero la sonrisa le duró poco al recordar los últimos momentos, en los que Yoruichi le gritaba que liberase su zanpakuto. Ahora posiblemente el resto deberían de estar confundidos, ya que ella les había dicho que aún no podía liberar su arma. Por supuesto pedirían explicaciones. Qué les diría? “Si tienes ganas de hablar, aquí estoy yo. Y si no quieres hablar conmigo, hazlo con Ichigo.” El recuerdo de ésa conversación con Yoruichi asaltó la mente de Hana mientras observaba al joven dormido. Debía seguir el consejo? O por el contrario inventarse algo? Por supuesto sabía que a Yoruichi y a Urahara-san no los engañaría, pero tal vez a los demas… Desistió de esa idea. Tarde o temprano saldría a la luz, y no iba a faltarles al respeto mintiéndolos otra vez. “Etto… Ichigo-san?” El shinigami no pareció oírla pues ni siquiera se movió. Hana se levantó y, aún sobre el futón, alargó la mano queriendo mover a su dormido compañero para intentar sacarlo de su sueño. La mala, o tal vez buena, suerte hizo que sacase un pie del futón e hizo que el otro se deslizase provocando la caída de la joven sobre Ichigo. Éste se despertó al instante pensando que Renji o Rukia lo golpeaban para despertarlo, pero al sentir peso sobre sus piernas miro abajo, donde vio a Hana despatarrada y prácticamente abrazada a su cintura, la mitad del torso sobre sus piernas cruzadas y con un ligero sonrojo en el rostro. Cuando las miradas de ambos jóvenes se cruzaron el sonrojo de los dos aumentó hasta que ambos parecían sendos pimientos. Sudores nerviosos caían por los rostros creando brillos que aumentaba la semejanza con el vegetal. “Ha…Hana-san. Te, te…encuentras…bien?” Ichigo apenas podía articular palabra. La impresión de ver a su compañera sobre él era más de lo que su quinceañera mente podía soportar. La mencionada se levantó aprisa y se alejó un par de metros del shinigami, aun sin poderse creer lo que había sucedido. Cómo lo miraba ahora? Y por qué latía tan deprisa su corazón? Tras unos minutos de ni siquiera poder mirarse, los dos terminaron relajándose y ella explicó lo del resbalón, con lo que Ichigo entendió. Hana volvió al futón, todavía manteniendo la distancia que había puesto entre ellos, y le preguntó a su compañero sobre el final del combate. “Cuando finalmente conseguimos romper la barrera…” “Cómo? Rompisteis la barrera? Eso es imposible, haría falta una enorme fuerza de ataque para siquiera conseguir una fisura!” Ichigo se rascó la parte de atrás de la cabeza con una mano como si pensara. ”Pues nosotros lo conseguimos. El caso es que, al romperla, le corté un brazo a Kaminari, te cogí ya desmayada y te llevamos a un lugar seguro. Cuando volvimos a buscar a Kaminari para interrogarle alguien se nos adelantó y le mató. Se llevó el sello consigo.” Hana miró a Ichigo incrédula. Con lo que les había costado vencerle, y no habían recuperado el sello que llevaba. Un fracaso. Y todo por su culpa. “Lo siento.” El joven shinigami la miró extrañado. ”Lo sientes? Por qué? Si sobrevivimos fue gracias a ti.” “Pero por mi culpa no recuperasteis el sello. Si hubiera sido más fuerte no me habría desmayado y no os habrías tenido que alejar de él. Así podríais haber cogido el sello y tendríamos algo que devolver.” Con la cara agachada por la tristeza, dejó escapas lágrimas de dolor y vergüenza por el fracaso. El shinigami, poco acostumbrado a ver llorar a una chica ante él, se quedó con la mente en blanco sin saber que decir ni hacer. ”Pe, pe, pero Hana. No hace falta que…” No pudo continuar pues todo el cuerpo de su amiga se le echó encima y escondió su rostro entre sus ropas rompiendo a llorar, siendo la vestimenta del shinigami lo único que impedía que los lloros llegasen a oídos ajenos a la escena. En un primer momento Ichigo se quedó paralizado por tener a Hana llorando sobre su pecho, lo que volvió a hacer aparecer el tinte carmesí sobre sus mejillas, pero poco a poco sus neuronas volvieron a funcionar y empezó a abrazarla levemente, con la simple intención de reconfortarla. Tras unos largos minutos, La seebutsunigami cesó en su llanto y se separó un poco del shinigami secándose los caminos de lágrimas sobre su rostro. ”Lo siento. Debo de parecer patética, lanzándome a llorar de esa manera.” Ichigo suspiró. En eso, al menos, podía ayudarla un poco. ”Al contrario. No hay mucha gente que suelte lágrimas de dolor de esa manera, y se por experiencia que no se deben guardar dentro.” Levantó la cabeza y sacó de su baúl personal los recuerdos de su niñez, los cuales se mantenían vivos como si acabaran de suceder ayer. ”Cuando era pequeño mi madre murió. Paseábamos cerca del río después de una de mis clases de artes marciales cuando vi algo en la orilla. Cando me acerqué algo me atacó. Era un hollow llamado Grand Fisher. Mi madre se interpuso a su ataque y ella murió en mi lugar.” Según lo contaba, sus ojos se humedecían levemente ante la mirada de una silenciosa Hana que le interrumpió. ”No tienes que contármelo si no lo deseas.” A lo que Ichigo negó con la cabeza y prosiguió. “Durante bastante tiempo me encerré en mí mismo, no dejando salir afuera los sentimientos que me devoraban por dentro. Mi padre y mis hermanas pequeñas sufrían viéndome así, pero yo no quería que me vieran llorar. Cuando visité el lugar donde mi madre nos fue arrebatada, mi padre y mis hermanas, ellas dos llorando, aparecieron. Mi padre me dijo que no tenía por qué aislarme de los demás, pues todos ellos se preocupaban por mí, que el guardar todo el dolor dentro de nosotros hace que los demás lo sufran más. Finalmente dejé que las lágrimas fluyeran fuera de mí mientras todos compartíamos el dolor que nos unía como familia.” Tras su relato, fijó su mirada en la castaña, la cual parecía contagiada del dolor pasado del joven shinigami por la nueva humedad en esos ojos marrones. ”Ahora eres parte de nuestra peculiar familia, así que no tienes que aguantarte algo que te reconcoma.” Finalizó con una sonrisa sincera que solo los más cercanos a él habían visto alguna vez, llena de amistad, lealtad y cariño por igual. Hana miró por unos momentos los marrones ojos que la miraban antes de bajar la mirada a un lado donde se encontraba descansando su zanpakuto, la cogió y la posó sobre sus piernas sin soltarla. “En el mundo elemental hay 5 escuadrones que defienden con sus vidas, orgullo y honor el palacio elemental y lo que en él se guarda. Cada escuadrón está formado por seebutsunigamis de un mismo elemento. El escuadrón hídrico está compuesto de seebutsunigamis con zanpakutos de elemento agua, en el eléctrico los hay de elemento rayo, y así sucesivamente. Cada escuadrón tiene un uniforme que distingue a los miembros de cada escuadrón.” “Por eso Kaminari comentó acerca del tuyo, no? Dijo que pertenecías al escuadrón ígneo.” Un asentimiento de Hana fue toda la respuesta que recibió. ”Todos, todos sin excepción en el mundo elemental tienen afinidad por uno de los cinco elementos.” Una sombra oscureció el rostro de Hana. ”Todos menos yo.” Un breve silencio inundó la estancia. Ichigo no entendía cual era el problema, así que permaneció en silencio para que su amiga prosiguiera. “No soy un caso aislado, pero no es para nada común que un seebutsunigami no pertenezca a ningún elemento, y se considera que somos inferiores, un estorbo. Y a la gente cercana a nosotros se la trata de la misma manera. Mi hermano pequeño, cuando se supo que yo no tenía afinidad alguna, aun siendo él de elemento fuego, fue tratado como escoria. A los siete meses decidió suicidarse. En su funeral mis padres hicieron lo mismo, no aguantando más los insultos que recibían por parte de los demás al haber dado a luz a alguien como yo.” El shinigami no podía creer lo que oía. Tal barbarie no se la esperaba en ningún lugar. Cierto era que en el undécimo escuadrón del Seireitei todo aquél que no se sirviese únicamente de su fuerza a la hora de combatir o que tuviera una zanpakuto de tipo kido era considerado un cobarde, pero ni mucho menos se llegaba a esos extremos. Finalmente entendía, al menos en parte, todo el drama que su amiga sufría en su interior. “Cuando descubrí que no tenía afinidad alguna estaba con mi grupo de amigos. Los conocía desde que éramos pequeños. Prácticamente nos habíamos criado juntos. Pero al saber lo que era, una mujer maldita, todos ellos me abandonaron alegando que nunca habían sido amigos míos. Se unieron al grupo que me señalaba con el dedo y me llamaban escoria, monstruo… Durante dos años tuve que soportar eso sola. Todos me insultaban públicamente, no se interesaban por mí si me encontraba mal sino que se alegraban. Los profesores hacían igual que ellos impunemente.” Una leve sonrisa apareció en el rostro de nuevo surcado de lágrimas de la joven. No era una sonrisa alegre, sino que parecía recordar algo que la reconfortaba de alguna manera. “Cinco años antes de que finalmente pudiera escapar de la academia, uno de los profesores murió. Nunca se supo como. Su sustituto, que no sabía nada de mi zanpakuto no elemental fue lo que me permitió avanzar. Mientras que el resto de profesores aprobaban al resto con nada, yo debía conseguir la perfección para que nadie me pudiera decir nada en contra. Eso lo conseguí gracias al único que no me trató como un desecho. Me enseñó tratándome como a una hija, me entrenó como a su mejor discípula… Fue muy duro, pero cuando conseguía mi objetivo era la única sonrisa que me felicitaba. Cuando le conté el por qué me trataban de esa manera no dejó de tratarme igual. Decía que lo que importa no es el poder que poseas sino que sigas esforzándote por superarte a ti ay a los demás. Para que dejase de pensar tan negativamente me regaló a escondidas un uniforme del escuadrón ígneo, famoso por su poder en combate.” La sonrisa que se había alojado en su cara desapareció para llenarse de nuevo de tristeza. “A los dos años lo echaron del mundo elemental sin que se nos explicase el por qué. El resto de estudiantes rieron contentos, pues al tratarme como a una persona normal se lo consideraba también escoria. De nuevo alguien sufría por mi culpa. Tres años llevo cargando con todo lo que causé: la muerte de mi hermano, de mis padres, la expulsión de mi profesor. Tengo asumida mi maldición, pero aun así no puedo evitar que me duela.” Ichigo miraba a Hana con ira, pero no dirigida a ella sino a aquellos que trataban tan monstruosamente a alguien solo por ser diferente. Sin pensarlo se levantó, cogió el mango de su gigantesca espada y la desenvolvió, mostrándola a su amiga. “Esta es Zangetsu, una zanpakuto sin afinidad elemental. Aún así nada ha sido capaz de detenerme cuando he querido ayudar a alguien que me es importante. Nadie de mis amigos ni en el Seireitei me ha mirado mal por poseer esta espada, ni lo harán contigo. Y si algún día voy contigo al mundo elemental y te miran mal por tener la tuya, que empiecen a preparar camas en donde sea que tratéis a los heridos, pues esta espada sin ninguna afinidad elemental te defenderá mientras me queden fuerzas para respirar.” Ichigo bajó la espada y fijó su mirada en los ojos de Hana, la cual estaba de nuevo llorando, pero ya no por tristeza alguna. ”No tienes ninguna maldición, Hana. Nunca la has tenido. Solo la mala suerte de haber nacido donde no debías.” La seebutsunigami, con el corazón aun con culpa en su interior pero latiendo con fuerza renovada, dejó que sus lágrimas afloraran de nuevo, pero por una amistad jurada por el que la había devuelto la vida. Una sonrisa se dibujó en el rostro de la mujer gatuna, apoyada en la puerta que daba a la habitación donde la pareja había compartido penas y lágrimas mientras se dirigía de nuevo a la sala donde el resto debatía las opciones que tenían ahora. Confiar en ese cabeza hueca había sido una buena idea después de todo. Hosted by Animexx e.V. (http://www.animexx.de)